Bajo la premisa de que cualquier propuesta que ayude a combatir la violencia que vive hoy el país es bienvenida, escribo esta entrada. Hoy en día en México, las principales instancias encargadas de la paz en el país se centran en el combate a los delitos. Instancias como la Secretaría de Seguridad o la Sedena, además del Poder Judicial, son encargadas de garantizar la seguridad de los mexicanos. Sin embargo, la promoción de la paz debe centrarse principalmente en la prevención. Utilizar la justicia -principalmente punitiva- como herramienta para la convivencia pacífica es el equivalente a utilizar los cinturonazos (o su amenaza) para criar a los hijos en el hogar.
Dos ejemplos: si una mujer acude al ministerio público a denunciar violencia doméstica por parte de su pareja, legalmente lo que está realizando es la acusación formal ante la autoridad de la comisión de un delito por parte de su ser querido. En otras palabras, le está diciendo delincuente. ¿Podemos imaginar el dramatismo del momento que debe vivir la víctima, sabiéndose lastimada y, sin embargo, en el deber o la necesidad de lastimar aún más su convivencia familiar, con la esperanza de que el abuso pare?
Lo más probable es que previo a la agresión física hayan existido ya indicios de la descomposición en la relación familiar: gritos, engaños o coerción. Pero éstos no son necesariamente delitos. ¿A quién podría recurrir la mujer para decir "mi pareja no es una mala persona, ni un delincuente, pero la convivencia al interior de mi hogar se ha deteriorado, podría orientarme"?
Las causas pueden ser múltiples, y la vinculación con las instancias de gobierno también. Si el origen son problemas en el trabajo, la vinculación con la Secretaría del Trabajo y sus instancias podría brindar orientación y apoyo. Si el origen es un abuso agravado en el consumo de alcohol y otras sustancias, referirlo al Conadic podría ser la solución.
Un ejemplo más dramático es el de los jóvenes sicarios. Es muy probable que, previo a la comisión de sus actos delictivos, ya existieran indicios de que se estaban convirtiendo en un problema para la sociedad. Una charla con policías en su salón de clases en primaria, un aviso de los familiares tras su participación en riñas callejeras, vinculación con la Conade en su infancia y adolescencia, entre otras medidas a tiempo, podrían desembocar en un destino diferente para esos muchachos.
Pensar en una instancia que diera orientación y generara vinculación con los diferentes servicios que ofrece el gobierno se antoja pertinente. Quizás una Secretaría de Paz sea hoy solo un sueño o una exageración; pero su necesidad pública está a la vista. La gente en México tenemos una urgencia de soluciones para una convivencia sana, que nos permita desarrollarnos en la vida profesional y familiar, sin las zozobras y el peligro que la delincuencia y la violencia representan.
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