Wednesday, April 10, 2024

El CIDE

 

No creo que exista alguien en México ni en el mundo que piense que a Sor Juana Inés de la Cruz -poetisa ícono de México y América Latina- le faltaba inteligencia. Sin embargo, cuando ella pronunció "prefiero poner riquezas en mi entendimiento, y no mi entendimiento en las riquezas" alguien podría preguntarse ¿qué, en los tiempos de Sor Juana, las riquezas no traerían una mayor holgura para sus poseedores? ¿No sería, como hoy, la riqueza una fuente de indulgencias, comodidades, disfrute y placeres?  

Seguramente sí. Se sabe, incluso, que la misma Sor Juana, en su juventud, tuvo acceso a las comodidades y los lujos propios de la vida acomodada. Y entonces, ¿por qué preferiría el conocimiento? El conocimiento no es en sí mismo un placer. De hecho, conocer más es preocuparse más, y para la gente consciente -lejos de ser pedantería- el conocimiento es la antesala a una mayor responsabilidad consigo mismo y con los demás. Ahora, ¿existe alguien que crea honestamente, que alguien con el talento y las virtudes de Sor Juana no merecería acceder a los lujos y comodidades de su época? Si alguien debía merecerlo era ella, y la historia no ha hecho sino enaltecerla más. 

¿Qué pasa, entonces? ¿Por qué las Sor Juanas del mundo no eran -o son- premiadas con riquezas por el mundo, y por qué no vivían -o viven- una vida acorde con lo que prodigan? La sinrazón de la violencia puede ser al mismo tiempo una razón.

El Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) nació como una Sor Juana. Arrebatadas sus atribuciones y posesiones por medio de la violencia política en Chile, los exiliados -que entonces conformaban gobierno- llegaron a México con lo que no pudieron expropiarles: el conocimiento. Al transmitirse sólo a través de la enseñanza y el ejemplo no había manera de apropiarse por la fuerza, de lo que se transmite sólo con el consentimiento del propietario: el saber.

Seguramente, quienes ejercieron violencia física y psicológica contra ellos sí pudieron quedarse con muchas cosas que les dieron alegría: sus bienes materiales, sus amores, sus ambiciones y esperanzas de transformación del país en donde dejaron el corazón. Fue, no obstante, una relación perder-perder. Chile perdió el saber-hacer de una generación brillante de intelectuales y hombres de Estado a la que alimentaron, vieron crecer, destacaron, en la que invirtieron y a la que enaltecieron. Y los primeros académicos del CIDE perdieron una patria.

A todos nos gustan los lujos y la riqueza. Que quede claro: no tiene nada de malo. Pero si me dieran a elegir entre las riquezas que generan envidia y se pueden tomar por medio de la violencia, y las riquezas que sólo pueden transmitirse con la voluntad del propietario, yo también -como Sor Juana- optaría por las segundas. Y, en ese sentido, México recibió las verdaderas riquezas de lo que se perdió en el fatídico golpe de Estado a Salvador Allende en Chile. 

Pero hubo algo más que todavía les sobró a aquellos exfuncionarios y exiliados, y que podía y puede aún respirarse en esa institución. Amor. Amor por el bienestar de la gente, por la verdad, por la honestidad intelectual y por el futuro de las nuevas generaciones. Un deseo de hacer el bien para ayudar a todos aquellos que piden que les vaya mejor. 

La vocación de ciencias sociales del CIDE lo ha llevado a buscar los métodos mejor probados para descubrir qué sí funciona para ayudar a los más pobres, a los más desprotegidos, a los más inocentes y a los más vulnerables. Es un centro de investigación de frontera que utiliza investigación aplicada para darle a los tomadores de decisión, los gobernantes en turno, los líderes sociales y todos aquellos elegidos democrática o meritocráticamente las herramientas necesarias para hacer su trabajo de la mejor manera. Es una relación ganar-ganar en donde el conocimiento se pone al servicio del gobernante, con la gente en mente.

Lo que pide el CIDE, es lo que pide cualquier trabajador honesto a su jefe para llevar a cabo su trabajo. Lo que ofrece, es lo que siempre ha ofrecido, porque había sido lo que siempre se le había solicitado. Lo que rechaza, es lo mismo que rechazaría cualquier trabajador que ame su labor. No le puedes pedir al buen zapatero que le deje clavos salidos en el zapato del cliente, ni al buen carnicero que le dé carne al cliente infectada con el mal de las "vacas locas". Se niegan a hacerlo -no sólo por su buen nombre y la reputación que han adquirido- sino porque saben que el cliente en el mejor de los casos no va a regresar, y en el peor buscará -con justa razón- que caiga sobre ellos un castigo. En última instancia, el buen trabajador sabe que al cuidarse y cuidar su buen nombre, cuida el de su jefe.

Desde mi punto de vista lo que hoy se vive entre el CIDE y el Conacyt es una relación marcada por las pasiones que deja en claro una situación: dos odios no hacen un amor. La violencia solo destruye relaciones, aún cuando al interior se mantenga la convivencia. El CIDE es y se ha posicionado como una de las más hermosas de Conacyt, y mancillarla en vez de cortejarla no traerá amor, solo desprecio. Díganme ustedes, ¿quién no quisiera los favores de la mejor?

No comments:

Post a Comment

Note: Only a member of this blog may post a comment.