La educación no puede ser moneda de cambio de los intereses de la élite política. Se trata del futuro de millones de niños y jóvenes. Si la pandemia mermó el ritmo de aprendizaje en los diferentes niveles educativos, la prioridad de la autoridad debe centrarse en generar propuestas remediales para atender el rezago educativo y ofrecer una perspectiva de hacia dónde espera llevar dichos aprendizajes en sintonía con las necesidades del presente siglo.
La actual Secretaria de Educación en México, quien había contendido previamente por la gubernatura del Estado más poblado del país (el Estado de México), anuncia nuevamente sus aspiraciones por convertirse en la futura Gobernadora de la misma entidad. Sus aspiraciones parecen tener fundamento: será candidata por el partido en el poder y contendiente de un grupo opositor ampliamente señalado por sus presuntas acciones de corrupción; que gobierna una entidad que no conoce la alternancia democrática.
El sabor amargo en esta historia es el papel que juega en ello el sistema educativo mexicano; que luce como un "premio de consolación" en las carreras políticas de nuestros dirigentes. Su paso al frente de la responsabilidad más grande que puede adquirirse con la niñez mexicana, por su alcance y dimensión, estará marcada por una falta de compromiso, visión y respuestas ante una realidad apremiante que parece dejar cada vez a más niños y niñas atrás; en un espacio reservado a la exclusión y marginalidad.
Necesitamos urgentemente una autoridad competente, responsable, honesta y experta en educación; que entienda la importancia que tiene para el presente y futuro de la niñez y juventud mexicana; sus alcances y consecuencias sobre temas como: convivencia, ciudadanía, derechos humanos, legales y políticos, inserción en la sociedad del conocimiento, paz social, empleabilidad y cuidado de la salud. Necesitamos con urgencia visibilizar que la responsabilidad de velar por el Sistema Educativo Nacional es más que las migajas que quedan en el banquete de los cargos públicos. Que es el futuro de toda la nación el que está en juego.
A ojo de buen cubero, los maestros mexicanos saben que si el promedio de los niños de primaria están dejando de ser competentes en las operaciones aritméticas básicas, los de secundaria en álgebra y los de preparatoria en cálculo, sabemos que el atraso es innegable. Las matemáticas actúan como el máximo común divisor para saber qué encontraremos en su comprensión lectora, de ciencias naturales, sociales, geografía, historia universal, competencias tecnológicas, etc. Se necesita planeación, acuerdos, una rectitud probada, evidencia robusta y una visión global transexenal de lo que se espera lograr en las trayectorias educativas de los niños y jóvenes de México; entre otras aptitudes. No es la "zona de calentamiento" de nuestros candidatos a gobernadores.
Urge revalorar, en el discurso público y privado, en los diálogos de alto nivel y en la vida cotidiana, a la educación. Educación es aprender, saber y saber hacer; hacer las cosas bien y, en última instancia, hacer el bien. Sin educación no hay futuro, y sin futuro no hay país del que puedan ser gobernadores, ni gobernantes.
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