"El Gobierno de la República se compromete a mantener sin variaciones el régimen fiscal durante toda la administración", fueron las palabras del Presidente Enrique Peña Nieto al inaugurar la planta de Mazda en México, el 27 de febrero de 2014. Ahora, a una semana de terminar Octubre, nos enteramos que el Poder Legislativo propone un incremento base de entre 3.52 y 4.58 pesos por cada litro de gasolina o diésel.
Muestro mi rechazo total a este incremento, y deseo de todo corazón que el compromiso cabal del Presidente en el llamado “Acuerdo de Certidumbre Tributaria” se mantenga en su forma íntegra y sin matices; y ahora explico por qué.
Permítaseme comenzar reconociendo que la liberalización (y por ende aumento) del precio de los combustibles en la economía mexicana guarda dos razones poderosas: en primer lugar, elimina un subsidio profundamente regresivo en la población; siendo los más ricos quienes más se benefician, cuando podría en su lugar apoyarse más a los más pobres con ese recurso. En segundo, que un esquema de precios de combustibles determinado por las fuerzas del mercado, sin intervención del Estado, favorecería grandemente la competencia en el sector, creando las condiciones para pasar básicamente de un monopolio ineficiente, como el que tenemos ahora, hacia un mercado competido y eficiente.
Frente a argumentos económicos tan poderosos como los arriba esgrimidos ¿Por qué habría yo de declararme en contra? La respuesta: por la importancia que doy a la palabra de nuestro Presidente, quien habló en nombre de todo el Gobierno de la República. Y es que, para mí, las palabras que expresó ese 27 de febrero no admiten matices. Argumentar "la reducción de un subsidio no es un impuesto" es, en este contexto, equivalente a decir "acostarme con un(a) ex-novio(a) no es una "nueva" infidelidad para mi esposo(a)". Sí, le va a doler igual o peor a mi esposo(a) si se entera; sí, en estricto sentido, estoy faltando a mis votos matrimoniales; sí, objetivamente hablando, los riesgos de contraer una enfermedad de transmisión sexual no me consta que disminuyan; pero, en estricto sentido, no es una "nueva" infidelidad...
Y para nosotros, los usuarios de transporte público y/o automóvil particular; quienes viajamos en autobuses foráneos; e incluso quienes compramos alimentos transportados desde otros Estados; para nosotros el impacto de este incremento será indistinguible del impacto de un nuevo impuesto. Impuesto, además, imposible de eludir. Si la verdad no admite matices ¿No es verdad que nuestro Presidente, Enrique Peña Nieto, se comprometió a no subir los impuestos? ¿No es verdad que eso aplica, en nuestro sentir de gobernados suyos, a todo aquello que, en nuestro bolsillo, se sienta como un impuesto? ¿No es verdad que este "recorte al subsidio" es sentido por todos nosotros, habitantes de este país, como un impuesto? Pidámosle entonces a nuestra máxima autoridad del Poder Ejecutivo, que evidencie el grado en que se esfuerza por cumplir con la palabra empeñada y hacer cabal honor a la verdad, no en los términos en que mentes con gran uso de la inteligencia pretenden forzar dicha verdad; sino en los términos en que el más ingenuo de los mexicanos la comprendió ese 27 de febrero: como el respeto irrestricto a la proporción de sus ingresos que le demandaría el Gobierno Federal año con año: desde ese día y hasta el 2018. Muéstrenos pues, Señor Presidente, su forma de interpretar la verdad, de cara al amor que le tiene a este su pueblo.